Andrea
Andrea se levanta cada mañana pensando que quizás habrá cambiado algo. Como en las películas de la tele de los sábados por la tarde, aprieta los ojos y murmura el mismo deseo
”que sea distinto, que sea distinto”. Las películas son mentira.
Oye la voz de su hijo pisando a borbotones la canción de David Bisbal que suena en la radio y se levanta.
”Ángel, por el amor de dios, son las 6 y media, vas a despertar a todos los vecinos”. Ángel la mira y sigue botando en la cama, aullando y tocando su guitarra invisible. Andrea arranca de un tirón el cable del enchufe y se lleva el aparato.
”¡Vete a la mierda!”, oye, antes del portazo.
Andrea recoge la ducha y acaba de secarse el pelo. Sonríe ante el espejo, que invierte divertidamente el cuarto de baño. Ha valido la pena, se siente orgullosa de los azulejos nuevos, de los grifos relucientes, de los colores... (
a ver cuando viene Cristina a verlo).
Ángel aún no se ha vestido, echado en el sofá mira la tele con cara de bobo (
a veces le daría un bofetón sin saber por qué). En la mesa pequeña está el vaso de zumo de naranja que le ha preparado, intacto si no fuera porque se ha derramado. No tiene ganas de discutir. Hoy no. Vuelve con un paño, coge el vaso, limpia la mesa
“¡eh! ¡quítate del medio!”, apaga la tele y se va a la cocina.
“Son las 7 y cuarto, tienes un cuarto de hora para ducharte, vestirte, hacerte la cama y desayunar” -le dice mientras toma su segundo café-
“jolines, mama, que luego llego demasiado pronto ¿por qué tengo que salir contigo?”. Andrea deja la taza en el fregadero
”Porque no me fío. Sabes perfect...”. Se calla, sabe que la estará imitando, apoyado en el marco de la puerta.
”Haz lo que quieras” y vuelve al baño.
A veces llora sin darse cuenta. (
¡Mierda! tendré que maquillarme otra vez). Se seca los ojos con un trozo de papel higiénico, que aprovecha para sonarse. Desde el pasillo ve a Ángel en calzoncillos y con un calcetín en la mano, delante de la tele, cantando “Doraemon”. Sabe que no se duchará, que no recogerá, que no desayunará, que llegará tarde a la escuela, que suspenderá el examen de lengua. Sabe que no tenía que haber tenido ese hijo, el que lo quería era su marido, pero se largó. Ella no quería, nunca había hecho planes y no sabe qué hacer con él, se supone que una madre tiene que querer a sus hijos, le da rabia sentirse mal por eso.
Su jefe parece estar de buen humor. Rutina, rutina, rutina, pero por lo menos desconecta. Había quedado con Antonio para comer pero prefiere poner una excusa, no soporta sus ojos suplicándole que le quiera un poco. Blanca le recuerda que hoy cenan juntas todas las de la sección. Llama a Rafa.
- ¿Podrías llevarte a Ángel esta noche?
- ... Andrea... sabes que me tienes que avisar con más tiempo
- ¿Con más tiempo? ¿Necesitas tiempo para pensar si vas a estar con tu hijo?
- No es eso, entiéndelo ¿qué le digo a Marta?
- Que es tu hijo, por ejemplo
- Andrea, no empecemos, no es tan sencillo, Marta y Ángel... bueno... ya sabes... no se llevan muy bien y...
- y, claro, primero está ella. A tu hijo que le den
- Andrea...
- Mira, Rafa, anda, vete a la mierda
- ¡Andr...
Como odia esa mirada compasiva de sus compañeras de trabajo, tan perfectas, tan bien casadas.
Por lo menos, se ahorrará el dinero de la cena. Además, no había dejado el vídeo programado y se habría perdido el programa. No le apetece ir a casa tan pronto, llama a Ángel para que cene, en el frigorífico hay comida.
”Dúchate y recoge”. Iría al cine, pero no quiere gastarse el dinero que no tiene. ¿Se puede estar más sola? le entristece ver las vidas atareadas de la gente que camina por la calle. Casi llamaría a Antonio para tomar algo, pero estará con su mujer.
Ángel está en el ordenador, chateando.
”Me he duchado ¿eh?”. La esponja está seca.
“¿Has hecho los deberes?” (
mentiras, mentiras). En el suelo, en medio del comedor, están sus calzoncillos sucios. Los aparta con el pie, prefiere no entrar en su habitación. Pocholo grita algo en la tele, conecta el vídeo, ya lo verá el sábado. No entra en la cocina.
”Ángel, acuéstate ya” “Voooy”.
Desde la cama oye la risa de Ángel. Se acostará tarde y mañana será un calvario levantarle, tendría que ir a apagarle el ordenador. Da igual, no tiene ganas de discutir. Hoy no, es su cumpleaños. Aprieta los ojos y murmura el mismo deseo
“que sea distinto, que sea distinto”. Las películas son mentira.