Gente
Sé que ya lo he dicho, pero me gusta mirar a la gente. Me encanta observarles y, a través de sus movimientos, expresiones y gestos, montarme las películas de sus vidas. A veces, en esos fines de semana en los que me toca confinarme en casa para estudiar o trabajar, cuando me siento muy agobiada, me voy un rato al parque que hay delante de casa. Me siento en un banco y dejo abiertas las puertas para que intuición y fantasía se confabulen. Media horita para que el mono se eche una siesta y regreso un poco mejor,
También por eso me gusta el tren. Sobre todo, por la noche. Por la mañana, van casi todos leyendo el periódico, durmiendo, o con cara de mal humor (quizás pensando en si les renovarán el contrato, o en qué sorpresa tendrá la jefa hoy para ellos, o en ese examen que, vaya, tenía que haber estudiado más). Pero por la noche, la gente, cansada, baja la guardia. Los que van acompañados se relajan y cuentas cosas sin que parezca importarles que yo las oiga; los que van solos sacan su libro o sus papeles y no les preocupa que yo vea en qué trabajan o de qué será el examen de mañana.
A mí tampoco me importa que me vean escribir, pero a veces pienso si se preguntarán a qué me dedico o qué estoy haciendo, con mi libreta llena de letra diminuta (para que lo que escribo sea sólo mío), de tachones y de marcas y flechas señalando a los párrafos su lugar adecuado. A lo mejor me tienen por un poco loca. A veces corrijo los borradores del omnia, con marcas muy rojas, y pienso que a lo mejor se dicen “anda, a ver si la loca ésta es profesora”.
Cuando empezaba esta entrada, iba a hablar de algunos de mis compañeros de viaje, pero, como siempre, se me ha enredado el pensamiento en alguna rama y creo que lo voy a dejar; últimamente me salen entradas muy largas y no me gusta, son pesadas.
Me voy a apuntar que un día de éstos tengo que hablar del señor del amuleto, del bocas, de los del Clínico, de la segunda parte de la señora oronda del abanico y de cómo resolví el asunto del ladrón de *mi* tiempo. Pero ahora voy a guardar el boli y la libreta, estamos llegando a Terrassa y la chica que está al otro lado del pasillo lleva un buen rato estirando el cuello. Que descanse, que el myolastan es muy malo...