suspensivos

lo que hay

jueves, enero 30, 2003

Vacío

everyday is so wonderful
then suddenly
it's hard to breathe


La vida no nos pregunta qué queremos, nos lo da y nos lo quita, en ese vaivén ingrato de sentidos. Un día nos levantamos felices… regalamos sonrisas al mundo (el sol brilla, el aire despierta, la gente camina ligera). Al día siguiente, nos levantamos con el corazón tan tan cansado… nos arrastramos fuera (el sol ciega, el aire hiela, la gente anda sombría).

Incapaces de dejar de analizar, deshojamos nuestros sentimientos en interminables margaritas (sí, no, lo hago, no) buscando una salida. Siempre la hay, aunque no nos guste, porque decidir es siempre renunciar a algo.

Una amiga tomó una decisión. No la tomó sola, porque, aunque sabía que era la mejor opción que tenía, le faltaba el ánimo. Se sintió bien, es bueno descartar la pieza del puzzle que no encaja, eliminar margaritas, excluir angustias.

Ha pasado un día y me pregunta "¿por qué lloro?"
¿Por qué lloramos, si sabemos que hemos hecho lo correcto?

Quizás porque cada decisión es una renuncia, una puerta que se cierra (que cerramos), detrás de la que sabemos se esconde esa sensación de fracaso, esa certeza de que algo se nos ha vuelto a escapar de las manos, esa frustración porque (una vez más) las cosas no han sido como queríamos, a pesar de nuestro esfuerzo, a pesar de nuestros deseos (quizás no basten los deseos, para la vida).

Quizás porque cada pieza que no encaja no se sustituye; deja ese vacío, ese agujerito deforme por el que se nos escapan trocitos de vida.

the pieces gone
left the puzzle undone
ain't that the way it is

sábado, enero 25, 2003

Vías

Hoy he caminado por un lugar extraño. Era una avenida muy larga y muy ancha, desconocida, y yo iba un poco perdida. A la derecha, una carretera empujaba a borbotones los coches desde mi espalda. A la izquierda, una barandilla y, más abajo, vías (demasiadas vías, demasiados caminos) y trenes muertos. O quizás nazcan ahí.

No había gente. He pensado que si gritaba, lloraba o reía como un loca, nadie lo vería, nadie lo oiría. El aire era frío, pero el sol me daba en la cara y he entrecerrado los ojos.

He chocado con un chico, ni un pelo en su cabeza, ni en su cara extrañas (injusta enfermedad). Nos hemos mirado y he pensado que quizás todo lo que es tan difícil para mí, sea lo que él desea con más fuerza.

He cogido un tren (quizás no era el mío, pero era el adecuado) y he vuelto a casa.

Cuento

Ella le vió y decidió que era su amigo

Él la vió y decidió que la amaba. Cruzó el mar para estar con ella.

Vió las tardes a su lado [la penumbra alcanza tu sonrisa], confundiendo al tiempo que se alejaría, cómplice compás.

Soñó paseos junto a la orilla [el mar ruge soy tuya] y él secaría sus pies entre risas y caricias, cosquillas de arena escondida.

Notó su mano entre las suyas [no me sueltes, no te alejes], el deseo se pasearía, desde ellas, por su cuerpo, latido, latido.

Se imaginó tumbado junto a ella, sonrisa feliz [cuánto te quiero, déjame verte], las sábanas se enredarían con el frío.

Sintió su dulzura [mira cómo me tiembla el corazón], él la abrazaría y ella se abandonaría, perezosa, cálida.

Pensó que ella estaría allí [cuánto te deseo]. Se pelearían riendo [dedos entrelazados] y los colores de sus abrigos se confundirían entre las manchas de la gente.

Él la vió y decidió que la amaba. Por eso cruzó el mar.

Ella le vió y decidió que era su amigo. Por eso no le esperó.

miércoles, enero 22, 2003

Tinc una capseta on no s’hi sent res,
hi deso les coses que es trenquen.
I si fos mentida?
maleïts forats

lunes, enero 20, 2003

Más palabras

Más palabras, siempre las palabras.

Dulces (terciopelo, aroma, letra), amables (libro, amigo, hola), malas (no, porque, ella), simpáticas (fiesta, membrillo, guiño), con trocitos de corazón pegados.

Las lanzamos sin preguntarlas, las recibimos sin pedirlas. Espacios de tiempo demasiado reducidos, no nos da tiempo. Palabras ambiguas, con lágrimas tristes y risas felices pegadas a los talones (qué a quién). En la misma palabra, placer y dolor, tan distintos, tan iguales; décimas de segundo para tambalear o para envanecer. ¿Acaso podemos no decirlas, no escucharlas, no escribirlas, no leerlas?
Las borramos, ignoramos, desdeñamos… pero se recargan en nuestros sentimientos para herir o complacer al siguiente de la cola (¿quién es el último?).

En Donde habite el olvido, Luis Cernuda escribió una frase, dos palabras. La escribió sola, despegada de cualquier otro verso, y cada vez que la leo tengo frío: No sabes, no sabes.

Me gustaría que mis palabras fueran siempre agradables, risueñas, sencillas y cariñosas, justas. Quisiera ser capaz de prender a las que deleitan y de ahorcar a las que duelen. Ver ojos (míos, tuyos, suyos) brillando.

Me voy a hacer una lista y la repartiré.

jueves, enero 16, 2003

Pérdidas

Cuando era muy pequeña (todavía no sabía leer) tenía un cuento que me fascinaba. Era troquelado, con tapas de cartulina, y contaba la historia de unas hormigas extrañamente humanizadas que celebraban algo tomando chocolate caliente. No sé qué pasaba exactamente, nadie me lo había contado, pero de repente la fiesta se convertía en un alboroto de tazas volando. Recuerdo las manchas de chocolate en las caras de las hormigas; eran redondeadas, con relieve, de un marrón muy vivo y tenían esos cuadraditos blancos que hacen que los dibujos brillen.

Un día, el cuento ya no estaba, mi madre lo tiraría, porque estaba viejo y roto. Nunca dije nada, supongo que aún no sabía discutir, pero lo eché en falta durante mucho tiempo y siempre he seguido acordándome de él. A veces, en alguna feria de viejo, lo he buscado, sin éxito. En mi casa nadie lo recuerda, no era importante para ellos.

Mi hija Mireia, cuando era muy pequeña, tenía una kitty. Era una muñeca de plástico compacto, pequeñita, con el vestido y el lazo pintados. Un día, al bajarnos de un tren, se le cayó dentro. Me la señaló gritando pero pensé que no había tiempo para volver a entrar y recogerla.

No dijo nada, ni siquiera sabía explicarse todavía, pero ahora me ha dicho que siempre ha seguido acordándose de ella. Y del tren que se iba. A veces, en jugueterías, en internet, la he buscado, sin éxito. Yo no la recuerdo, no era importante para mí.

A mi hija Cora, cuando era muy pequeña, un día le compré un globo. Era un globo plateado, con forma de elefante. Siempre se los ataba a la muñeca, pero ese día no lo hice (estaría nerviosa o de mala leche, esas cosas de los adultos) y se le escapó. Reclamó para que intentara alcanzárselo, pero pensé que ya le compraría otro.

No dijo nada, supongo que no encontró las palabras, pero ahora me ha dicho que siempre ha seguido acordándose de él. Y de cómo se hacía cada vez más pequeño. Tuvo más globos, pero no eran aquel globo. Yo no lo recuerdo, no era importante para mí.

A veces pienso que si mi madre hubiera sabido lo importantes que eran para mí aquellas cuatro páginas rotas, no las habría tirado. A veces pienso que si yo hubiera sabido lo importante que eran para mis hijas la muñeca y el globo, me habría arriesgado a subir al tren y habría estado corriendo y saltando para alcanzarlo.

Todos tenemos grandes pérdidas, tragedias que nos marcan para siempre, que nos hunden o nos hacen crecer. En esas magnitudes, un cuento de cartulina, una muñeca de plástico, un globo de elefante, son chispitas insignificantes. Pero están ahí, ladrillos agridulces en la base del muro en el que nos vamos construyendo.

No sé por qué me acuerdo de Rosebud

miércoles, enero 15, 2003

Si bufo, el gel s’esgota
gota a gota a gota.
Aviat serem al maig

martes, enero 14, 2003

PC’s

En el trabajo tengo un ordenador, mi ordenador. Soy (intento ser) una persona bastante práctica y me gusta tenerlo organizado, con sus programas perfectamente colocados, mi sistema de archivos, mi escritorio nítidamente azul, mis accesos directos... me gusta (necesito) que sea rápido y práctico, que a la hora de trabajar no estoy por monsergas.

Pero, habitualmente, tengo que trabajar hasta en 4 ordenadores distintos (a los que quiero mandar un cariñoso saludo desde aquí), que me hacen exclamar feliz día a día eso de “vive la différence!”.

Primero está la cuestión de la posición del monitor, que digo yo que san pedro ya podría haber hecho a todo el mundo igual que yo (sí, ya sé que sería duro para los hombres...). Pues no, resulta que todos son más bajitos o más miopes o más calvos o más feos o menos inteligentes... (sí, ya sé: a] voy muy bien de autoestima y b] qué tienen que ver las tres últimas particularidades, pero es mi blog y pongo lo que me da la gana). O sea que, de entrada, ya me tenéis un buen rato moviendo el monitor (arriba; uy, demasiado; abajo; ay, que se me descuajaringa de la base; sí, ahora; a ver, un poquito a la derecha; vaya, ahora se me ha subido; a ver, así, sí, ya). Pero lo mejor es el contenido.

Mi preferido es el del trabajo de la tarde/noche. Es de una chica güay (fashion, para que me entendáis los in). Le gustan las cositas. Y le gusta que las cositas cambien cada día. Esto convierte en una aventura atinarle a algo con el puntero del ratón, que un día es una kitty, al otro un pescadito, al otro un astronautita... Paso bastante tiempo volviendo a abrir ventanas que no quería cerrar, maximizando, gritándole a la pantalla (ya que el ratón parece ignorarme) que sí quiero guardar los cambios… pero vale la pena, son monísimos. Y no ponen nada nervioso.

Luego están los iconos. El word, por ejemplo, lo mismo puede ser el Darth Vader (gracias, Pablo), que la abeja maya, que una seta. Doy por bien perdidos esos diez minutos buscando lo que necesito abrir, son como los minutos musicales de la tele, me relajan de una manera...

También tiene debilidad por los programitas esos que se autoejecutan y te amenizan la hoja de cálculo con la visita repentina de un mono que te saluda saltando por las celdas; por los fondos de escritorio (montones de megas en forma de hadas, mafaldas, pastelitos con sus velitas...); por los salvapantallas eternos (que para mí que contienen exes); por las barras de hacer dibujitos en el navegador... en fin, que es …mmm... (un momento, que estoy pensando...)... ¿curioso? (sí, ya sé que algunos diríais desconcertante, pero eso de perder la moral no se ha hecho para mí). La verdad es que está bien, porque parece que cada día estreno ordenador.

El ordenador es un poco viejo (¿386?) y, bueno, un poco… limitado. Tendríais que oír como ronca cuando le dices guardar o cuando intentas abrir dos programas a la vez, pero digo yo que falta de memoria no será, que ya se ha cuidado ella de desinstalar el paint, la calculadora, el bloc de notas, el corrector del word… igual, con tanto animalito, lo que pasa es que tiene un gato dentro y ronca de placer.

lunes, enero 13, 2003

So don't you bring me down today

ON. Me sorprende que, al escuchar o ver determinadas cosas, mi racionalismo se vea desplazado por esa súbita subida de adrenalina que manda mis convicciones a hacer puñetas. Me gusta pensar que controlo las cosas, que la masa esa de tejido blando que tengo en la cabeza obedece mis órdenes –madura y razonablemente razonadas, claro- y no me gusta que haya resquicios de sentimientos jugando a hacerse el chulo en la cuerda floja. Me sorprende y me jode, me fastidia, me desazona, me molesta, me contraría, me importuna, me incomoda, me jeringa. OFF

Pd. El título de esta entrada forma parte de una canción de Christina Aguilera, Beautiful; canción que, en ese eclecticismo (¿se dirá así?) que me caracteriza, reconozco sin vergüenza alguna que me gusta, me encanta, me fascina.

jueves, enero 09, 2003

Secretos

Un secreto no es una frase soltada a media voz a cualquier oreja. Un secreto es esa cosquilla que sólo tú reconoces, ese gustito que sólo tú saboreas.

Sentimientos que nadie conoce, que se te enroscan por el cuerpo y te soplan descargas de adrenalina en las sienes, más intensos cuanto más ocultos. Olores especiales, que nadie más puede percibir, como el de ese rincón, el de ese libro, el de ese recuerdo... Pequeños placeres cotidianos, como el de ese vaso en la mano, el de esa luz extraña, el de esa tristeza amable que te hace sonreír...

Hay canciones secretas, poemas secretos, ideas secretas, dolores secretos, palabras secretas, caminos secretos, pecados secretos, locuras secretas...

Por la noche se apagan las luces, el silencio gana, la vida se amortigua y te quedas solo con ellos. Buenos y malos (on/off, on/off, on/off), son tuyos.

Me gusta tener secretos.

reserva, callado, misterio, oculto, íntimo, interrogante, impenetrable, anónimo

martes, enero 07, 2003

Sense paraules

Em sorprèn la capacitat de sorprendre’m que té aquesta vida.

Una va damunt la seva bici, sortejant sots (ueeeps), clavant-se morrades (plong), remuntant (au au au), tocant el timbre contenta (ring ring), pedalant, pedalant (arf arf), esperant –temerària, temorosa- veure què surt darrera de la propera corba.

Ahir al vespre estava desprevinguda, engreixant la cadena, inflant les rodes, reomplint l’ampolleta d’aigua… ni tan sols estava en ruta… i va sortir una cosa grossa.

Va ser una gran sorpresa, però només per corroborar –confirmar, ratificar, reafirmar- el que ja sabia (qxqxqxqxqxqxqxqx, hasta el infinito y más allá). Sou així, gràcies.

Aquesta nit no he dormit gaire, volia escriure aquesta entrada.
Avui he dinat en cinc minuts, volia escriure aquesta entrada.
I no em surt, no sé què dir. Les paraules no m’ajuden, potser tenen ressaca.

viernes, enero 03, 2003

Deporte

El otro día, por la calle, me dieron un prospecto de esos (flyer, creo que les llaman ahora) de los gimnasios dir. Inmediatamente –igual tendrían algo que ver las fotos que lo ilustraban- me sentí culpable de ser poseedora de esas fofeces que tengo por carnes.

Es evidente que hacer deporte es sano. Se refuerza el corazón, se tonifican los músculos, se adquiere fondo, se disminuye la celulitis y se aplanan barrigas (con lo cual se aumentan las posibilidades de ligar, con lo cual se hace más ejercicio, con lo cual se reducen aún más celulitis y barrigas, con lo cual se liga más, con lo cual… bueno… mejor lo dejo a tiempo…).

Antes, cuando en mi vida había eso que –creo recordar- se llama tiempo libre, iba a correr casi cada día. También iba a la piscina; tres días a la semana, religiosamente, cogía mi bañador, mi gorro, mi albornoz, mis tapones, mis champuses, mis cremas, lo metía todo en la bolsa de deporte y a zambullirme tan contenta, splash splash (aunque, pensándolo bien, con esa gracilidad que me caracteriza, igual era “chof chof”… mmm... mejor lo vuelvo a dejar a tiempo…).

Luego, mi vida se complicó un poco y, puesto que san Pedro se negó, con tontas excusas, a aumentar las irrisorias 24 horas del día, no tuve más remedio que dejar tan sanas (y prometedoras) aficiones, con lo cual aumentaron mis grasas locales, con lo cual disminuyeron mis posibilidades de ligar, con lo cual… (mmm… ¿se puede disminuir algo que no existe? vale, vale, ya lo dejo…).

En esas cavilaciones estaba yo desde el fatídico día del prospecto ese lleno de torsos con chocolatinas y pechos turgentes, evitando los espejos y convirtiendo la ducha diaria en una contra-reloj anti-depresión (entre otras cosas, para quitarme de la cabeza la duda-sonsonete de que en qué –o quién- se inspiraría el compositor de “quiero perderme en tu cuerpo”)

Pero hoy se ha hecho la luz. He leído en el periódico que, según un estudio hecho en los EUA, beber dos copas equivale a una hora de ejercicio físico.

Ya he hecho mis números (sí, soy rápida para lo que me interesa). En una hora de ejercicio moderado se pueden perder unas 300 calorías. Si suponemos que una copa tiene unas… 100? calorías (vale, nada de combinados), 300 menos 200... eso me lleva a perder 100. Si en una hora me tomo 20 copas, habré perdido 1.000 de esas cosas que engordan. ¡Genial! en un mes, 30.000 unidades de contenido energético a hacer gárgaras…

Ya sé que igual mi vida os importa tanto como saber dónde se operó Carmen Mairena, pero lo digo por avisar, id pidiendo número que luego no quiero amontonamientos.

Además, dice el periódico que diferentes estudios (fijaos, incluso está corroborado) relacionan el consumo moderado (creo que “moderado” es sinónimo de “templado”, será que no se pueden tomar cosas frías …) de alcohol después de los 40 (qué amables, qué detalle!) con una reducción de la tasa de mortalidad. Voy a pillar una de turcas... Ja! A ver qué dicen ahora los chulitos de estasmuerto.com.

jueves, enero 02, 2003

Cesare

The cats will know

Ancora cadrà la pioggia
sui tuoi dolci selciati,
una pioggia leggera
come un alito o un passo.
Ancora la brezza e l'alba
fioriranno leggere
come sotto il tuo passo,
quando tu rientrerai.
Tra fiori e davanzali
i gatti lo sapranno.

Ci saranno altri giorni
ci saranno altre voci.
Sorriderai da sola.
I gatti lo sapranno
Udrai parole antiche
parole stanche e vane
come i costumi smessi
delle feste di ieri.

Farai gesti anche tu.
Risponderai parole -
viso di primavera,
farai gesti anche tu.

I gatti lo sapranno,
viso di primavera;
e la pioggia leggera,
l'alba color giacinto,
che dilaniano il cuore
di chi più non ti spera,
sono il triste sorriso,
che sorridi da sola,
Ci saranno altri giorni,
altre voci e risvegli,
Soffriremo nell'alba,
viso di primavera.


Me gusta Cesare Pavese y, de entre las poesías que escribió, me gusta ésta especialmente. Pavese agita –despierta- algo dentro de mí. De hecho, todo el mundo revuelve –despierta- cosas dentro de mí, para bien o para mal.

Miro, escucho, observo. La vida corre mi alrededor, como una imagen estática envuelta en luces apresuradas de colores. A veces pasa de largo, a veces extiendo la mano y me toca.