suspensivos

lo que hay

viernes, mayo 30, 2003

Magia

Hoy he enlazado a Laura (Red|Girl), una pequeña gran chica con muchas cosas que decir.

Hace tiempo que quisiera cambiar el nombre del enlace de Avestruz, porque en realidad no es sólo suyo, pero tengo un grave problema. Mi lista de enlaces.

Cuando entro en el blog, no puedo evitar quedarme mirándola, tiene una silueta preciosa. Me recuerda a un montón de cosas sin definir pero misteriosas y bonitas: una botella de algún elixir quita penas o de algún veneno fulminante, una barra de cortina (la cortina que cuando me voy cubre la página para que no se destiña al sol), una flauta mágica para atraer a los navegantes, la pata de una silla que debe de andar cojeando por ahí... o quizás sea la pata de palo de algún pirata presumido que se durmió en el blog y se le cayó cuando se iba, con las prisas.

Hasta ahora, los enlaces que he ido añadiendo no han roto la armonía, al contrario, la han hecho más y más sugerente, pero mejor no toco el enlace de Carlos y Marta. Si le cambio el nombre igual desaparece la magia.

jueves, mayo 29, 2003

Omnia

He estado unos cuantos días abducida. Si no por un ovni, sí por un omnia, que se parece mucho (por lo menos de nombre). Reconozco que, aunque he sufrido bastante, he disfrutado como una canalla (esto... ¿los canallas disfrutan? a ver si va a ser otro catalanismo... hmm... no empieces a divagar, Cristina).

El quark es un programa fantástico, sobre todo cuando lo conoces. Lo malo es que no nos habían presentado. Según lo que hacía ¡placa!(*) se me colgaba. Y lo peor es que, al colgarse, corrompía el archivo (por lo menos eso es lo que me decía, “corrupted file” hmm... a ver si va a ser un falso amigo... Cristiiiiina, estate al asunto). Total, que he llegado a tener hasta 6 archivos con lo mismo -por si acaso- y, teniendo en cuenta que llegaba un momento en que mi miedo era tal que guardaba los cambios cada milisegundos, creo que he pasado más tiempo dedicándome al “guardar como” que haciendo la revista en sí.

Como voy apuradilla de tiempo y es cuestión de aprovechar cualquier segundo libre, grabo los archivos en un cedé (al que quiero como a un hijo), lo que me permite trabajar en la maqueta esté donde esté. Muy práctico. Si no fuera porque el quark tiene vida propia o, bueno, digamos microclimas propios. El archivo que tan cuidadosamente dejo apañadito en el trabajo 1 a la hora de comer (con gran regocijo de la jefa de mi amiga), no parece ser el mismo en el trabajo 2; da la sensación de que los márgenes, nada más sentirse en el ordenador fashion, se van de parranda por ahí. Y no hablemos de las imágenes y las cositas; me tengo que dar un repaso por todo el documento, a ver dónde han ido a parar la línea esa que añadí o el dibujito ése tan mono que puse. Igual es que por el camino se descolocan las cosas, tendré que caminar más despacio...

En casa (se nota que tengo un ordenador serio) no se desconfigura. Sólo que cada vez que intento abrir un archivo me dice (¡dos veces!) que ha cambiado no sé qué plantilla y que si la quiero guardar. Y lo hace por vicio ¿eh? porque al final, harta, le dije “sí, hijo, sí, guarda y cambia lo que quieras”, pero sigue preguntándomelo. Igual sólo es que quiere conversación...

Bueno, el caso es que ya he terminado “mi” primera revista. Ahora toca esperar y poner la cara. Se aceptan sugerencias, consejos, cambios... ehem... jamones...

(*) Sí, en un momento de desesperación me puse a ver la isla de los famosos. Salía Carlos de Lospitalé, el de gran hermano, y me encantó como amenizaba cada frase con un par de “¡placa!¡placa!”. Creo que me he viciado... débil que es una...

jueves, mayo 22, 2003

Prejuicios

Cada mañana veo a un hombre y a una chica. Él tendrá unos cuarenta y muchos y ella unos 18.

Él pasa –escrupulosamente- el billete por la máquina validadora y la acompaña hasta el tren. Allí, esperan en una puerta (ella dentro, él fuera) hasta que el tren –casi- se va. Sólo cuando el tren ha avanzado unos metros, ella deja de mirarle y viene a sentarse.

Observo y pienso “padre e hija”. Luego, que es extraño; él no va a ningún sitio, paga billete sólo para estar con ella un rato más. Pienso “¿pareja?” Esa actitud sí sería normal en una pareja, protector y protegida, héroe y princesa.

Nos inquietan las cosas –las personas- que se atreven a salir de lo tácitamente establecido. Les criticamos e intentamos hacer que se justifiquen, deseamos que fracasen para hacernos más fuertes. Qué sabremos...

El amor, ¿no era el poder infinito de los sentimientos, el triunfo de la sinrazón? Entonces, ¿por qué le ponemos medidas?

Quizás en el mundo hay muchas personas infelices sólo porque su otra mitad, su media vida, no se ajusta a las reglas. Quizás haya mucha gente desdichada o amargada sólo porque han decidido adaptarse a nuestra envidia. Da miedo ser diferente, enfrentarse cada día a las miradas.

Por suerte, aún quedan valientes.

martes, mayo 20, 2003

Orientación

Siempre he tenido un buen sentido de la orientación, independientemente de la cantidad de hormonas que mi cuerpo esté produciendo (véase el blog de Santi). Esto no quiere decir que no me haya perdido nunca, sobre todo en el bosque.

-Inciso-
Al que esté pensando ”pues vaya una excursionista de pacotilla”, ”desde luego, cómo es la Cristina, mira que perderse en un bosquecillo de nada" u otras cosas de ese profundo estilo, le reto ahora mismo a ir a buscar bolets (o sea, a buscar setas) con mi madre.

Mi madre vive en plena montaña, en el Berguedà (mi padre también, claro, pero ahora no viene al caso) y estoy convencida de que tiene una doble vida. Creo que –a escondidas- es entrenadora de cabras montesas. O algo.

Si incluso ahora, que está operada de las dos rodillas y de una cadera, es difícil seguirla, no digo nada de cuando estaba en plenas condiciones físicas. Además, por si alguien no lo sabía, resulta que -según mi madre- las mejores setas, fósiles, paisajes, piñas, paces de espíritu o lo que sea que uno va a buscar al monte, están encima de la roca más escarpada, debajo de las zarzas más enmarañadas y traidoras, cruzando los riachuelos de piedras más resbaladizas o en la parte más alta del pedregal más empinado (por cierto, qué simpáticos son los pedregales, con sus resbalones, sus miles de pasos para avanzar un metro y sus piedrecitas metiéndose en lo más recóndito de las botas).

-Inciso al inciso-
Aprovecho para saludar a mi madre (hola, mare), internauta empedernida que visita este blog. Se enteró de su existencia y no paró hasta conseguir sus coordenadas (supongo que a través del soborno o el chantaje más vil a mis hijas).
-Fin del inciso al inciso-
-Fin del inciso-

Decía que sí me he perdido alguna vez. No en el sentido de ”Dios mío, no voy a poder salir de aquí, moriré de frío e inanición” (como cuando te quedas encerrado en un ascensor), sino en el sentido de ”cáspita! ¿dónde estarán las miguitas que dejé al venir?”.

Pero mi instinto siempre me ha dicho ”para allá, Cristina, para allá y para abajo” (bueno, a veces me ha dicho otras cosas, pero tampoco vienen al caso) y siempre, a pesar de barrancos, torrentes o glaciares, he regresado (más o menos sana y salva) a casa.

Es decir, que estoy curtida, no? Pues el otro día me perdí en mi ciudad. Llegué de Barcelona tarde y cansada y decidí coger el autobús.

Terrassa tiene muchas cosas buenas y el transporte público es una de ellas. Menos a partir de las 10 de la noche, hora en que el ayuntamiento nos quiere a todos ya recogiditos y envía a los autobuses a la cochera, excepto a un par, que les deja andar por ahí, a lo loco, hasta las 10 y media.

Ninguno de ese par me lleva a casa, pero me dejan a más de medio camino, suficiente para mí aquel día.

Me monté en el primer autobús que vino y me puse a leer. Al cabo de un rato pensé que igual ya estaba llegando y miré por la ventanilla. Ni idea de dónde estaba.

Con el paso de los años he ido adquiriendo experiencia en disimular ante este tipo de imprevistos. Cerré el libro tranquilamente, bostecé, esperé unos ¾ de hora con cara de ”ah... qué rutina...” (vale, quizás fueron sólo unos segundos, pero se me hicieron un poco largos) y pulsé el timbre de parada.

Evidentemente, no me levanté (más que nada, porque no tenía ni idea de dónde estaba la próxima parada). Sólo cuando el autobús se detuvo y vi que se abrían las puertas (no fuera a ser un semáforo, que iba de espaldas y no lo veía) dejé parsimoniosamente el asiento y me bajé.

De acuerdo, de acuerdo, como siempre, he exagerado, no me había perdido; después de unos segundos de desconcierto ya me había ubicado, sólo estaba a unos 25 minutos de casa.

Vaya caminata, eh? pues no fue lo peor; lo peor fue cruzarme con el autobús que había pasado un poco después del que cogí yo (que venía de cerca de mi casa, claro), lleno de gente mirándome (todos al unísono, con ese gesto de ”mira, aquella mujer”, giro de cabeza lento al otro lado, rememoración “eh?”, giro de cabeza rápido hacia mí ”mira! aquella mujer! juá!”); la misma gente que se había quedado esperando y a la que había ojeado (¿prepotente? ¿yo?) pensando ”qué tontitos sois, pero si éste va al mismo sitio...”.

No sé si colaría mi actitud casual (paso lento y relajado, tarareando) de estar justo donde había querido llegar, paseando y mirando escaparates en una calle solitaria pasadas las 11 de la noche...

lunes, mayo 19, 2003

sempre fan tard?
o... sóc jo, que vaig massa de pressa?
temps, despropòsit o encert?

domingo, mayo 18, 2003

Observaciones

Escribo cosas que me pasan, siento o pienso, las cuelgo aquí y me quedo tan pancha. Luego, resulta que hay gente que las lee (gracias) y me las comenta. Algunos de esos comentarios me dan ganas de (o casi me obligan a) aclarar algo que he escrito aunque, claro, tampoco es cuestión de hacer una segunda entrada para cada entrada, así que:

1. Soy catalana (pienso, hablo, trabajo, vivo en catalán) y –ya sé que a los monolingües les puede costar entenderlo- el castellano no deja de ser un idioma para mí. Pero creo que es una de las lenguas más ricas y más bonitas que hay y le tengo mucho respeto. Por eso, siempre he escrito con un poco de miedo y consultando el diccionario de vez en cuando (no me gusta hacer faltas de ortografía ni cometer errores gramaticales) y, desde el “toque” de Carlos (no te enfaaaades), me he convertido en una especie de paranoica, jajajaja

2. Locos. Sí, seguro que no hablaba por teléfono. No pasó sólo eso, el pobre hombre estaba realmente mal (y obsesionado con los teléfonos), pero no me quise extender en la entrada. Había un señor -sentado delante de él- que llevaba un inalámbrico. El “loco” (me sabe mal llamarle así, era tan... no sé, le cogí cariño) se lo quitó de las manos ”¿funciona?¿funciona?” se puso a marcar números ”ti-to-ti-ti” y a decir ”¡hello!¡hello!”. Durante el trayecto, de vez en cuando, se –casi- abalanzaba sobre él para tocar el teléfono, como si acariciara a un gatito.

3. ¿exagerada, mi amiga? Se tuvo que ir un par de días a trabajar a otro sitio (un salón de no sé qué) y su jefa se llevó el ramo a su despacho, devolviéndolo disimuladamente a su sitio antes de que regresara (tralará).

4. Recibí algunos regalitos por mi cumpleaños. Los mejores (sin orden de prioridad) un ramo de rosas y una caja de bombones de unos amigos, un escrito de Cora (sniff...), una postal y un juego de Él (!!) y un poema triste y precioso (gracias, CasiQue). Siempre me ha sorprendido pensar que los hombres puedan sentir esas cosas... pero esto ya es tema para otra entrada.

sábado, mayo 17, 2003

Cosas que me gustan – 7

Me gusta mirar a la gente.

Pasear sin prisa y sentarme en un banco de un parque o de una plaza para verles pasar.

Observo como caminan, como se mueven, como hablan y gesticulan, imagino sus vidas (esta parejita debe de hacer poco que está junta, no se miran a los ojos, se sonríen con vergüenza), sospecho sus manías (seguro que ese hombre es un remolón), fantaseo con sus sueños (cómo mira a su amiga –tan perfecta- seguro que la envidia).

Miles de pequeños rayos radiantes para ojos que sonríen, cuatro surcos oblicuos para la amargura, las arrugas me explican como ha sido su camino; las manos se mueven al ritmo de las palabras y me hablan de caricias, de trabajo, de arte, de fuerza... Las espaldas se curvan y enderezan ¿humildad y orgullo? Quizás sólo huesos cansados.

Veo familias (”jolines con el niño... ¡María!”) y me pregunto dónde están las que desayunan en los anuncios, las del catálogo de eurodisney, las que salen en los extras de Navidad...prefiero las del parque.

Todas las chicas son hermanas; ombligos, cuchicheos, risas, manos en el pelo... gestos gemelos para el miedo. Los chicos andan erguidos y despacio - las miran de reojo- hablan fuerte, se paran y ya no las ven; sus ojos se han ido tras el ruido de un motor.

Trozos de conversación, palabras sueltas. Un niño viene corriendo, para asustar a las palomas; un abuelo tira de la correa del perro; una mujer pasa deprisa, con bolsas, su hijo va detrás, con la pelota; dos ancianas se enseñan medicinas; una niña ríe en el columpio, una mujer está sentada en un banco escribiendo.

jueves, mayo 15, 2003

Locos

A veces he visto a gente hablando sola. Normalmente, van por la calle gesticulando mientras gritan o murmuran, como locos, pero nunca había visto a alguien hablando solo por teléfono.

Ayer, en el tren se sentó un hombre a mi lado. Tendría unos 30 años, era atractivo, iba bien vestido y llevaba un maletín de ejecutivo... un hombre “normal”.

Se puso a hablar por teléfono; yo iba escribiendo, pero no estaba muy inspirada y no podía dejar de medio oírle. Me desconcentré más, ya llevaba un buen rato con la llamadita (”jolín, a ver si para ya...!”). Levanté la vista y le miré disimuladamente por el rabillo del ojo. Tenía las dos manos encima de la cartera. ”Bueno” -pensé- ”encima es un pijotero con un sin manos de ésos”. Hice como que miraba por la ventanilla, para echarle una ojeada... no tenía nada! no había cables ni nada que siquiera insinuara un teléfono; estaba hablando solo.

Lo curioso no era que estuviera hablando solo, era lo que decía y cómo lo decía, parecía que realmente estuviera hablando con otra persona; había cortos espacios de tiempo entre frase y frase (”no creo que vaya mañana [...] ahá, me lo imagino”), hacía preguntas (”¿a qué precio?”), contestaba (”ah, está bien, no?”), seguía la conversación (”pero yo no te veo a ti [...] vale”), incluso se enfadó (”¿cómo? ¡nooo!”).

Se supone que los locos tienen que aparentarlo; me los imagino desgreñados, o con los ojos desorbitados, o paseando nerviosamente de un lado para otro... no en traje y oliendo a colonia de anuncio... es como si hicieran trampa.

Me dio un poco de pena. Luego me acordé de esas veces en las que haces las cosas por rutina; de repente estás en casa o en el trabajo y no eres consciente de cómo has llegado allí, de si te has parado en los semáforos o de qué camino has tomado. Quién sabe si en esos minutos en los que la conciencia me revolotea lejos, tonteando con la imaginación, también he andado por ahí dándome conversación...

miércoles, mayo 14, 2003

ehem...

A veces, releo una entrada mía y veo que escribí algún disparate. Básicamente, son catalanadas (ayer mismo, una le golpeó a Él en la cara –en su linda cara, nunca me lo perdonaré... ay...!), pero la última ha sido gorda... ehem... Acabo de recibir un correo de Carlos Normal, dándome un repasillo. Me dice exactamente:

Cristina, lo siento pero no sé si querías decir realmente 'coletillas' o más bien querías decir 'muletillas'

y añade las definiciones del drae.

Pues sí, no lo sientas, reconozco avergonzada y empequeñecida que quería decir muletillas. Gracias, Carlos.

Puesto que tengo el vicio de corregir (jeje, me sé de algunos que lo saben bien), me gusta que me corrijan, así que desentumeced los dedos, afilad los teclados y... al ataque!

Ps. Ehem... aunque, bueno, alguna coletilla también hay por ahí...
Ps2. ¿Sirve como excusa que en “pasapalabra” dan la inicial?

martes, mayo 13, 2003

Coletillas

A menudo vivimos experiencias, anécdotas, situaciones de las que surge una palabra, un gesto o una expresión que sólo conocemos nosotros mismos o las personas con las que compartimos ese momento.

Yo tengo muchas coletillas, compartidas o inventadas, que están flotando siempre por mi cabeza, medio dormidas, como en una pecera.

Cuando me pongo a escribir o a hablar, ellas lo notan y despiertan contentas. Asoman la cabeza y me miran sonriendo, con los ojos muy abiertos y meneando la colita, esperando ansiosas que las utilice... me cuesta tanto no hacerlo...

Tengo un acuerdo con ellas; las dejo salir, pero sólo hasta el patio. Les dejo que se paseen por mi imaginación mientras hablo o escribo. Juegan a hablarme al oído, para insinuarse, susurrando pícaras ”ahora podrías utilizarme a mí”, y saltan por mis cuerdas vocales, como en una cama elástica, asomándose a mi boca a cada saltito (”más alto! más alto!”), intentando despistarme para escaparse.

Algunas lo han conseguido, pero casi siempre han vuelto –un poquito tristes, un poquito avergonzadas- porque la gente, normalmente, no entiende que sean distintas, que sean especiales.

A veces, sin querer, con el jaleo, me hacen cosquillas y se me escapa una risa que desconcierta a los que están conmigo. Después, a solas, se lo explico y se ríen dándose codazos unas a otras (”has sido tú” “no, yo no jugaba, has sido tú” “eh! no me eches la culpa!”).

Yo creo que a ellas también les gusta estar conmigo.

domingo, mayo 11, 2003

Fin

Por fin se ha acabado el salón y sólo puedo decir, plagiando al famoso filósofo, “no siento las piernas”.

Gracias miles a los que os habéis acordado y habéis venido a solidarizaros un ratito, especialmente a todos, y destacar que he conocido a Albert, autor de uno de mis blogs favoritos (que, por cierto, ahora incluye un enlace con los textos traducidos al castellano -traductor automático, aviso), y que he comprobado que, además de interesante, es guapote.

¿Anécdotas de estos cuatro días? Para dar y tomar (“per donar i per vendre”, que decimos los catalanes, siempre atentos al negocio), sobre todo relacionadas con el tema de las acreditaciones, donde he recibido desde fríos reproches ”gracias, señorita, es usted muy amable” hasta cordiales felicitaciones ”¡muy bien tía! ¡Así se jode a la gente!”.

Al parecer, el peor disgusto se lo he dado esta mañana a un chico que me ha preguntado ”¿ha salido Sal Buscema?” y, ante mi respuesta: ”no lo sé” ha dado un tremendo golpe al suelo con el pie y ha soltado un ”mierda” bastante rabioso. He estado a punto de llamarle y decirle ”uy, perdona, que sí ha salido” o ”que no ha salido” para ver cómo reaccionaba porque, si ante una respuesta neutra se ha puesto así, me habría gustado ver cómo se ponía con una respuesta rotunda. Además, me he quedado con las ganas de saber qué prefería él exactamente, que hubiera salido o que no (claro que también cabe la posibilidad de que lo que le haya molestado es que yo no lo supiera...).

Pero hoy también me ha pasado una cosa muy curiosa. Estaba en un momento en que nadie me preguntaba ni me pedía nada y he paseado la vista por la gente que había por allí. Me ha llamado la atención una chica que estaba mirando hacia dentro, como buscando a alguien. Me sonaba mucho y no la ubicaba exactamente... hmm... ”¿de qué la conozco?”

Entonces, he caído en la cuenta: ¡era Almuric!. Bueno, ya sé que no era Almuric, pero es que era clavadita. Sólo el pelo era distinto, más corto y ondulado, pero la cara (incluso la expresión) igualita, igualita. Como ella no me veía, la he estado observando un rato.

Estaba pensando en eso que dicen, de que todos tenemos un doble en alguna parte del mundo, cuando ella ha puesto mirada de haber encontrado a quien buscaba y ha sonreído (igual que Montse, claro). Ha salido un chico (su pareja, porque se han besado) y entonces sí me he quedado alucinando. ¡Se parecía al marido de Almu! No era tan igual, vale, pero tenía el mismo color de pelo, la misma constitución y rasgos parecidos.

Me he puesto a pensar que quizás sea cierto que tenemos una vida paralela, en otra dimensión. Me hubiera gustado seguir a esos dos hasta el final del andén, a ver si tomaban impulso y desaparecían, pero me ha llamado un plasta y les he perdido de vista.

Bueno, igual tengo demasiada imaginación. O igual ya estaba cansada.

PS. Por cierto, Talli, he pensado en ti, pronto tendrás una sorpresita...

viernes, mayo 09, 2003

Cómic

Durante 7 días al año (4 a principios de mayo y 3 a mediados de octubre) me convierto en una de las mujeres más odiadas y a la vez más deseadas. Trabajo en el salón del cómic y en el del manga, y me encargo ni más ni menos que de las acreditaciones.

Los artistas tienen un defecto: que son artistas. Esta condición les lleva a estar habitualmente en las nubes pensando en sus lápices de colores, sus viñetas, sus bocadillos..., lo que a su vez les lleva a ser más despistados que el niño ese del chiste de “mamá, en el cole me llaman despistado...! –Ha elegido usted gasolina sin plomo”, lo que les lleva a dejarse la acreditación en casa, lo que, finalmente, les lleva a mí.

Se me plantan delante, sonríen y me sueltan “Hola, soy dibujante y me he dejado la acreditación en casa” (aclaro que casa, en esta conversación, no es un concepto precisamente fácil; puede significar Sevilla, Madrid, Valencia, Francia... cualquier cosa excepto algo que se encuentre a 100 kilómetros a la redonda de Barcelona).

Admiro a los artistas y los dibujantes me fascinan; cogen un lápiz, hacen zis-zás y en cuatro segundos... ¡les sale algo que tiene forma! Para mí, patosa como soy, es casi magia. Pero claro, que les admire no quiere decir que les conozca a todos. Y esto, a ellos, les resulta increíble “soy pepito pérez, ¿no recuerdas que vine el año pasado?”. Ante mi cara de boniato impasible, insisten buscando nuevos caminos para ablandarme, desde “puedes preguntarle a juanito garcía” (que ellos sabrán quién será, porque lo que es yo...) hasta “venga, tía, enróllate”, pasando por “si quieres, te enseño dibujos míos”.

Junto al defecto de ser artistas tienen una virtud: que son artistas. Esta condición les lleva a ser, habitualmente, bonachones e ingenuos. Y la verdad, tampoco soy tan dura... Lo que pasa es que a los pobres, a veces, les toca pagar el pato de los 127 que han pasado antes que ellos intentando colarme que son periodistas cubriendo el salón (casualmente, sin libreta, ni casete, ni cámara pero con toda la familia), o queriendo convencerme de que la chica del año pasado les acreditó (para su desgracia, esa chica, desde hace muchos años pasados, soy yo).

Soy humana y debo confesar que a veces me dejo influir por cómo me cae la persona que está intentando tomarme el pelo (ya sabéis, el que esté libre de pecado...!) pero es que algunos... tienen tanta gracia...! Y luego están los que pienso que no deben de tener ni un céntimo y que el salón les puede servir para darse a conocer... en fin, que también tengo mi coranzoncito, y... se les ve tan contentos, con su invitación en la mano, dando saltitos hacia la entrada... si es que soy demasiado maternal...

Esto... ya sé que no tiene nada que ver, pero el Terrassa debe de haber ganado al Barça ¿no? ¡Vaya una de bocinas y trombones está sonando en la calle! Ya estoy viendo que esta noche será difícil dormir... Hmm... a ver si mañana estaré de mal humor... no se me va a colar ni uno!

miércoles, mayo 07, 2003

Flores

El otro día fue el cumpleaños de mi amiga y su jefa le regaló un ramo de flores.

Bueno, de hecho, las palabras exactas de mi amiga cuando me lo contó (es tan rara…) fueron “mi jefa se ha regalado un ramo de flores” .

Ya sabéis de qué amiga os hablo, de Cristina, la cortita. Mira que lo tiene difícil su jefa, eh? Pobre mujer, le tiene que estar toodo el día encima… y, además, haciendo equilibrios de sutileza para que no se note, que mi amiga es muy especial y enseguida va de ofendida.

A veces, por ejemplo, a la hora de la comida, Cristina se queda en su sitio haciendo cosas suyas. Se ve que ahora le ha dado por ir de guays y escribe en un bloc o no sé qué de Internet… (já, como si tuviera alguna gracia escribiendo, que aún me acuerdo yo de las redacciones que hacía en el cole, jajaja, que se lo pregunten a la hermana María…!). Pero, bueno, bueno, a lo que iba, que siempre me despisto.

¿Dónde estaba? Ah, sí, eso, la comida; menos mal que su jefa se preocupa por ella y va asomando la cabeza de vez en cuando por la puerta de la salita donde comen grit... diciéndole “¿no vienes?” , “¿que no comes?”, “¿qué haces todavía ahí?” , al final, tiene que hacer como que se pone dura y reñirla cariñosamente “claro que tienes mal la espalda, tanto ordenador!”…

Ah… si Cristina le hiciera caso…! Porque luego, cuando va en plan quejumbroso por ahí, bien que la tenemos que aguantar todos, pero si no estuviera en el ordenador esa media hora cada día, seguro que ni pinzamientos ni puñetas. Pero claro, la resoplones es taaan lista y taaan sobrada… con lo bien que estaría comiendo a sus horas y charlando tranquilamente con su jefa (que, además, dicho sea de paso, es una mujer muy ocurrente y un poco artista (se ve que de joven hizo teatro) y les cuenta chistes y les canta zarzuelas y boleros mientras comen. Ay… otro humor tendría mi amiga, si tomara ejemplo, que a todos nos va bien relajarnos un poco).

Pero volvamos a las flores de su cumpleaños, que ya me estoy yendo otra vez por las ramas (jeje, flores/ramas y me ha salido así solo, sin pensar...si es que yo sí que estoy desaprovechada...). Vale, vale, ya vuelo al tema…

Supongo que la suspicacia esa de mi amiga con el retintín de ”se ha regalado…” viene de que su jefa, según ella, le tiró un par de indirectas “verás qué bonito estará mañana el ramo aquí en tu mesa”, “uy, te saco esto de aquí, que así lucen más, ya te lo devolveré cuando las tiremos”. Como si no la conociéramos... Su jefa sabía perfectamente que si Cristina se llevaba el ramo a casa, no le duraba ni cinco minutos (igual las ponía en lejía o algo, como tiene tan poco mundo…).

Me sabe mal decirlo, pero mi amiga es una malpensada ¿pues no va y me dice también que seguro que su jefa sólo le había regalado las flores porque creía que iba a invitarla a algo?. No sé de dónde saca estas ideas… Bueno, según ella fue porque su jefa estuvo dejándose caer cada cinco o diez minutos por su mesa “son preciosas, las flores, eh? ¡Qué hambre tengo hoy! claro, como casi no he desayunado…” tic-tac, tic-tac “échale esta aspirina al agua, que así duran más. Uy (mueca) perdona, es que me duele el estómago, como lo tengo vacío…” tic-tac, tic-tac “oh, mira, ésta se está abriendo… tirorí si tú me dises veeen tirorá… y, bueno, a parte de con tu familia, ¿lo vas a celebrar con alguien más?”. Ya te digo… seguro que la mujer sólo quería ser amable porque la vería muy seria… (a mí me lo va a decir, ¡como si no supiera quién es Cristina cuando se pone en mode autista! Y, oye… que 44 tienen que joder, eh? jeje)

Bueno, os tengo que dejar, que me llama mi amiga… (¡siempre quejándose!) que dice que se quiere desahogar, que no se qué de arreglarle el paraguas a su jefa.

Pd. Rosa, aquesta entrada era per a tu... per si aconseguís fer-te somriure un segon... :*

martes, mayo 06, 2003

enlaces

Cuando empecé con esto, sólo conocía los blogs de dilettante, rapunzell, beor y asosoman. Todos pertenecíamos a la misma asociación y pensé que la cosa no saldría de ahí, que sería muy de andar por casa. Más gente de la asociación tuvo curiosidad por saber qué se sentía explicando el mundo tal como lo ven desde sus ventanas y los fui añadiendo. Empecé a navegar por otros blogs, otros mundos que me fascinaron y la lista fue creciendo.

Alguna vez me he planteado si debería cambiar la lista de enlaces, si debería separar los que son de la asociación de los que no lo son, si sería mejor agruparla por conocidos y desconocidos (aunque, puesto que entro en sus vidas ¿son desconocidos?), si debería distinguir a algunos como "favoritos", si... en fin, que creo que es mejor mantener el orden alfabético. Con la única excepción de Cora, claro. Bueno... y si Él (mi Ídolo) se decidiera a escribir un blog...

Y hablando de enlaces, y después de recibir algunas reprimendas, anuncio que:

a) el blog de dilettante ya vuelve a funcionar.
b) en su día, puse el enlace al blog de Manel(et), axque, nuevo miembro de Barcelona que dará que hablar, y no lo publicité. Pues eso.
c) hoy he puesto el enlace al blog de Santi, viejo miembro de Gran Oh! Yes –más conocido como Granollers por estos lares- que ya dio que hablar en su día (sí, para los que vinisteis a la calçotada, el loco de la palm).
d) repido permiso desde aquí a Dodu para que me deje enlazarle, que en su día me dijo que no, porque su blog estaba moribundo, pero visto lo visto y a petición de los catalanes, pues eso, Dodu, que te lo pienses.
e) gracias a skarabajo, carmen y demás personajes –virtuales o no- por sus comentarios y por hacer este mundo un poco más interesante. Y lo mismo, que si dan su permiso para enlazarles.
f) y eso, que ya puestos, si alguien más quiere que le enlace, que se pronuncie ahora o que se calle para siempre.

lunes, mayo 05, 2003

Cumpleaños

Hoy es mi cumpleaños (premio para Carmen).

Nací el 5 del 5 y cuando era pequeña me daba mucha rabia no haber nacido el año 55, para ir chuleando por ahí. Ahora, la verdad, la chulería ésa me importa bien poco y preferiría haber nacido un año bastante más cercano, aunque no rimara.

Eso de hacerse mayor tiene muchas lecturas. Bueno, muchas no, dos: una buena y una mala.

Me gusta porque voy llenando el saco de experiencias, de amigos, de descubrimientos... porque cada vez me importan (o me afectan) menos las nimiedades ésas que insisten en adornarnos la vida con pequeños y desagradables tropezones, porque son ya muchos días aprendiendo a valorar lo que realmente importa y a despreciar lo que no vale la pena (quizás al final incluso aprenda), porque me es más fácil sacudirme las migas.

No me gusta porque me hago mayor. Y no es sólo por el aspecto físico (no nos engañemos, no creo que a nadie le guste arrugarse y aflojarse), es porque la cuenta atrás cada vez es más corta. Me gusta vivir (despertarme, oler, caminar, leer, mojarme, nadar, probar, tocar, equivocarme, escribir, borrar, acariciar, dormir...) y me da rabia pensar que cada vez me queda menos.

Pero bueno, me siento bien... ¡Viva la fiesta!

Pd1. sí, sí, que a mi edad, igual es la última que celebro...
Pd2. es broooooomaaaaa...
Pd3. ay, Pd2, no me hagas reír, que el reúma me mata...

Malas noticias

Las malas noticias son unas cuantas palabras que se reúnen para amargarnos. Acostumbran a esperar a que nos sintamos bien, a que la vida nos esté regalando minutos, horas, días de felicidad y sonrisas para llamar nuestra atención con unos golpecitos en el hombro “eh!”.

Las malas noticias son un frío que se nos instala en el cuerpo, muy adentro, estalactitas que por las que resbalan el ánimo y la esperanza, gota a gota, desgastando nuestra energía.

Si estábamos bien, pensamos que ya decía yo, que tan bien no me podían ir las cosas. Si estábamos mal, pensamos que si es que parece que haya pisado mierda, a ver qué más va a pasar ahora. Pero para qué pensar, al fin y al cabo las malas noticias son sólo una bolita dentro del bombo.

Hay amigos míos que están sufriendo y me fastidia no poder hacer nada, porque les quiero y me duele su dolor (maldita impotencia). Les puedo decir estoy aquí pero, sinceramente, ¿de qué les va a servir?. Mi sentimiento no les va a dar las horas de sueño ni el coraje y el ánimo que les hacen falta, pero es lo único que les puedo ofrecer.

Cogeré energía positiva -toda la mía, toda la que pueda- y la lanzaré al aire, soplaré fuerte para que vaya a su encuentro y les acaricie el pelo de mi parte. Ojalá funcione, aunque sea sólo un poquito.