*Mi* tiempo
Mi vida (al igual que la de tantos otros) es un poco estresante, todo el día para arriba y para abajo, responsabilidades, comidas de tarro, discusiones, trabajo... por eso, a veces, me gusta estar sola. Me gusta pensar que no tengo nada que hacer, dejarme llevar por la desidia. Éste es uno de los motivos por los que me gusta trabajar en Barcelona, porque se me regalan 40 minutos de ida y 40 de vuelta que puedo dedicar a estudiar el vuelo de las moscas y que, de otra forma, no sacaría de ningún sitio.
Ahora he empezado la jornada intensiva y tengo que coger un tren que sale unos minutos antes. El otro día, estaba yo sentada tan feliz, sacando el libro de la bolsa, cuando de repente oigo “hola!”. Era un hombre relacionado con mi trabajo, al que no conozco demasiado y cuya vida me importa un comino (lo sé seguro porque amenizó todo el camino de ida contándomela).
- Vaya! así que coges este tren, eh? no te había visto nunca
- Bueno, ahora, con la jornada intensiva...
- Pues yo lo cojo cada día, lo que pasa es que me siento en otro vagón porque éste me deja lejos de la salida (
bien!)
- Ah, pues nada, no quisiera...
- No, no, no me importa, así charlamos (
mierda!)
Y así ha sido, cada día he gozado de su compañía; de su intransigente, fascista y xenófoba compañía. Cada día he tenido que escuchar cómo era el tren antes, que conocías a casi todo el mundo, y no como ahora, lleno de inmigrantes y de gentuza que huelen mal y que son unos mal educados. Me ha contado cómo es la juventud, que no se levantan cuando sube una persona mayor, que a él le enseñaron que las mujeres siempre deben ir por el lado interior de la acera y, fíjate, ya ni eso respetan. Me ha explicado cómo se han vendido los socialistas que gobiernan nuestro ayuntamiento, porque fue a pasear por el centro un día de la fiesta mayor y, no veas, una fiesta andaluza por aquí, otra de moros por allá... dónde estarán nuestros valores...
Subirme al tren bien pronto (nace allí) no fue buena idea, el hombre escudriñó todos los vagones hasta que me encontró. Hoy se me ha ocurrido hacerlo al revés, hago tiempo en el bar, por ejemplo, y me subo al tren cuando –casi- suene el pito de que se va. No ha funcionado, estaba en la puerta (un pie dentro, un pie fuera) esperándome con esa cara de "
ay, ay, casi lo pierdes...!"
Estoy enfadada, ese imbécil me está robando *mis* minutos, *mi* tiempo para dormir, leer, escribir, estudiar, pensar, mirar... Y no me da la gana; a partir del lunes voy a madrugar un poco más y cogeré el de antes. Me fastidia, claro, porque digamos que horas de sueño no me sobran, pero no estoy dispuesta a renunciar a mi pequeña parcela de felicidad.
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jeje, lo que se me acaba de pasar por la cabeza... desde luego, qué mal debo de estar... ¿pues no voy y se me ocurre que alguien podría coger esta entrada, imprimirla y repartirla entre los pasajeros del tren? mmm... no creo, no? tendría que ser muy mala persona... o algo... no creo que haya gente así por el mundo...
Claro que, ahora que lo pienso, igual... pero no, no, no puede ser... igual lo he soñado, los sueños toca explicarlos otro día.