ueeeeps!
Tengo un pinzamiento en una vértebra y una contractura muscular que me traen por la calle de la amargura. Ayer fui al médico y, después de reñirme, me recetó unas cuantas pastillas.
”Éstas colocan” -me dijo señalando unas bolitas blancas-
”o sea que te tomas una antes de acostarte, pero por la mañana, sólo media”.
Esta mañana me he levantado con el brazo dormido y una especie de calambre doloroso recorriéndome la espalda. Previendo el largo día que me espera, me he dicho eso de
”qué sabrán los médicos”. No sé yo tanta carrera, tanta carrera, con lo fácil que es navegar por Internet y averiguar cosas de salud la mar de fiables y contrastadas. O sea que he decidido tomarme una bolita entera (
qué colocar ni puñetas, con lo pequeñita que es…).
He desayunado, me he duchado, me he vestido y, al levantar la cabeza después de abrocharme las botas, ya he soltado el primer
ueeeeps mientras me caía de culo a la cama.
Salir de casa ha sido relativamente rápido, porque el pasillo de mi casa no es muy ancho, o sea que los bandazos no han supuesto alargar demasiado el trayecto. Otra cosa ha sido atinarle al botón del “0” del ascensor (sí, ya reparado, gracias por el interés), que era como esos pps o flashes divertidos que te envían por correo electrónico, que cuando quieres darle al “aceptar”, el botoncito se va a la otra punta de la pantalla. La verdad es que me he reído bastante persiguiéndolo.
He mirado calle abajo y me ha parecido más larga que de costumbre, por lo que he decidido coger el autobús. Dirán lo que quieran, pero para mí que, desde la última vez que lo cogí, han puesto más alto el escalón de la puerta de entrada. Más alto y más lejos. El conductor me miraba un poco raro, supongo que ha pensado que ejecutaba alguna especie de ritual de buena suerte antes de montarme, manchando repetidamente el aire con el pie
ueeeeps! en mis vanos intentos de encontrar la maldita plataforma.
No hay nada como andar por la vida bien despierto, porque te fijas en cosas en las que nunca habías reparado. Claro, como cada mañana voy medio dormida, no me había dado cuenta hasta hoy de lo estrechita que es la ranura para introducir el bono del tren. Estrechita y, os lo aseguro, también se mueve. Pero soy muy tozuda y no he parado hasta conseguirlo. Vale, he tenido que arrodillarme y abrazarme a la dichosa maquinita para que
ueeeeps se estuviera quieta, pero ¡JÁ! he logrado introducir la tarjeta.
Entrar en el tren ha sido fácil, como me subo en el primer vagón (el último tal como está situado en el andén), sólo se ha tratado de no aminorar la carrerilla que había cogido bajando las escaleras, dejar que la inercia me llevara hasta la pared para rebotar con gracia hacia la izquierda en el momento indicado y
ueeeeps para dentro!. Por suerte, la puerta del otro lado estaba cerrada y ha tenido la amabilidad de frenarme.
Del trayecto en sí no os puedo contar mucho, sólo que hoy los pasajeros estaban especialmente simpáticos; cada vez que miraba a alguien, me sonreía gentilmente. Dice una amiga que iba conmigo que quizás era porque yo les saludaba.
Pero, bueno, quién se fía de ésa, si no se entera. ¿Pues no va y me dice, en el bar donde tomamos el cafelito de la mañana, que qué me pasa y que baje la voz? Si, total, sólo estaba diciéndole al camarero –intentaba ser cordial-, cuando se le ha derramado la leche,
”¿qué? ¿te pongo nervioso?”… Y luego me ha hecho bajar el brazo… pero si sólo estaba pidiendo un donut…!
Otra que también estaba rara esta mañana es mi jefa. Me ha dado unos golpecitos en el hombro y me ha dicho
”Cristina, vete al despacho del presidente y te echas un ratito, ¿vale?”. No lo entiendo, no sé qué me ha visto, pero si hoy estaba especialmente bien predispuesta, a cada cosa que me pedía le he contestado toda contenta
“oki, oki!”; jolín, esto lo hago en el chat cada día y nadie me dice que me acueste…
En fin, que ahora mismo me está entrando como un sueño… una modorra… casi que sí le tomo la palabra y me voy un ratito al sofá del presi… eso si consigo que la puerta se esté quieta, claro… a ver…
ueeeeps!